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sábado, 22 de septiembre de 2012

Lo que el festejo primaveral nos dejó...


Primavera, primavera... Qué linda es la primavera! 

La estación del amor la llaman... (ponele) Será porque a todo el mundo se le da por empezar a sacarse la ropa? Será como anticiparon hace años The Sacados que la sangre altera? No sé, algo debe hacer...

¿Quién no salió a festejar en algún momento de su vida, ya sea, siendo un niño, acompañado por algún padre-madre gentil que se prestara a acompañar al grupo de descontrolados pequeños; o siendo un pseudo joven acompañado, en ese caso, por sus hormonas al viento, el día de la primavera?

Ahora: ¿Qué es lo que festejan los niños siendo niños, y los jóvenes siendo jóvenes? El hecho de ser ESTUDIANTES o el simple hecho de CAMBIO DE ESTACIÓN?

Si es el día del Estudiante... ¿Es necesario ir a una plaza, parque o bosque a "festejarlo"? 
Y si es el día de la Primavera... ¿Es necesario hacer esa demostración de amor a la naturaleza rompiendo cuanto arbolito, arbusto, pastito o retoño recién salido aparezca? Los bosques, plazas, parques no tienen derecho de festejarlo también? No serían los más autorizados?

No quiero ser agua fiestas, porque no es mi estilo (?), pero... ¿es necesario? Tan lindo que se pone todo cuando es PRIMAVERA! no lo arruinemos!

El festejo deja atrás (no sólo heridos, cosa que ya es habitual), botellas de gaseosas distribuidas por todos lados y de modo desprolijo, atados de puchos desparramados aleatoriamente, bolsas de residuos ataditas muy prolijamente al lado de un árbol, miles y miles de papeles en el piso (como cuando gana la Argentina algún campeonato - tal vez no lo recuerden, pero eso ha sucedido -), algún que otro recuerdo plástico de un atardecer fogoso detrás de algún yuyal, etc. etc...

Hoy salí a la calle y al no escribir antes sobre este tema, como lo hice en San Patricio, me encontré con las plantitas meadas...

Feliz primavera para todos y, desde este lugar, mi afectuoso saludo a los alérgicos! Achis!


Jim 
(saludos también a las otras Primas, como la Prima Berta y la Prima Nora, que siempre se quedan arafue)

jueves, 20 de septiembre de 2012

NUNCA JA-MÁS!

El 20 de septiembre de 1984, Don Ernesto hace entrega al Presidente Raúl Alfonsín, el informe realizado por la CONADEP sobre los actos criminales cometidos durante la Dictadura Militar. 

A 28 años de ese acontecimiento, el Prólogo de lo que dió en llamarse "NUNCA MÁS"


"Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero esa nación no abandonó en ningún momento los principios del derecho para combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa en juicio; y en ocasión del secuestro de Aldo Moro, cuando un miembro de los servicios de seguridad le propuso al General Della Chiesa torturar a un detenido que parecía saber mucho, le respondió con palabras memorables: «Italia puede permitirse perder a Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura».
No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos.
Nuestra Comisión no fue instituída para juzgar, pues para eso estan los jueces constitucionales, sino para indagar la suerte de los desaparecidos en el curso de estos años aciagos de la vida nacional. Pero, después de haber recibido varios miles de declaraciones y testimonios, de haber verificado o determinado la existencia de cientos de lugares clandestinos de detención y de acumular más de cincuenta mil páginas documentales, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje. Y, si bien debemos esperar de la justicia la palabra definitiva, no podemos callar ante lo que hemos oído, leído y registrado; todo lo cual va mucho más allá de lo que pueda considerarse como delictivo para alcanzar la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad. Con la técnica de la desaparición y sus consecuencias, todos los principios éticos que las grandes religiones y las más elevadas filosofías erigieron a lo largo de milenios de sufrimientos y calamidades fueron pisoteados y bárbaramente desconocidos.
Son muchísimos los pronunciamientos sobre los sagrados derechos de la persona a través de la historia y, en nuestro tiempo, desde los que consagró la Revolución Francesa hasta los estipulados en las Cartas Universales de Derechos Humanos y en las grandes encíclicas de este siglo. Todas las naciones civilizadas, incluyendo la nuestra propia, estatuyeron en sus constituciones garantías que jamás pueden suspenderse, ni aun en los más catastróficos estados de emergencia: el derecho a la vida, el derecho a la integridad personal, el derecho a proceso; el derecho a no sufrir condiciones inhumanas de detención, negación de la justicia o ejecución sumaria.
De la enorme documentación recogida por nosotros se infiere que los derechos humanos fueron violados en forma orgánica y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no violados de manera esporádica sino sistemática, de manera siempre la misma, con similares secuestros e idénticos tormentos en toda la extensión del territorio. ¿Cómo no atribuirlo a una metodología del terror planificada por los altos mandos? ¿Cómo podrían haber sido cometidos por perversos que actuaban por su sola cuenta bajo un régimen rigurosamente militar, con todos los poderes y medios de información que esto supone? ¿Cómo puede hablarse de «excesos individuales»? De nuestra información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádicos pero regimentados ejecutores. Si nuestras inferencias no bastaran, ahí están las palabras de despedida pronunciadas en la Junta Interamericana de Defensa por el jefe de la delegación argentina, General Santiago Omar Riveros, el 24 de enero de 1980: «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores» . Así, cuando ante el clamor universal por los horrores perpetrados, miembros de la Junta Militar deploraban los «excesos de la represión, inevitables en una guerra sucia» , revelaban una hipócrita tentativa de descargar sobre subalternos independientes los espantos planificados.
Los operativos de secuestro manifestaban la precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras en plena calle y a la luz del día, mediante procedimientos ostensibles de las fuerzas de seguridad que ordenaban «zona libre» a las comisarías correspondientes. Cuando la víctima era buscada de noche en su propia casa, comandos armados rodeaban la manzanas y entraban por la fuerza, aterrorizaban a padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos, se apoderaban de la persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban y finalmente la arrastraban a los autos o camiones, mientras el resto de comando casi siempre destruía o robaba lo que era transportable. De ahí se partía hacia el antro en cuya puerta podía haber inscriptas las mismas palabras que Dante leyó en los portales del infierno: «Abandonad toda esperanza, los que entrais».
De este modo, en nombre de la seguridad nacional, miles y miles de seres humanos, generalmente jóvenes y hasta adolescentes, pasaron a integrar una categoría tétrica y fantasmal: la de los Desaparecidos. Palabra - ¡triste privilegio argentino! - que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo.
Arrebatados por la fuerza, dejaron de tener presencia civil. ¿Quiénes exactamente los habían secuestrado? ¿Por qué? ¿Dónde estaban? No se tenía respuesta precisa a estos interrogantes: las autoridades no habían oído hablar de ellos, las cárceles no los tenían en sus ¦ldas, la justicia los desconocía y los habeas corpus sólo tenían por contestación el silencio. En torno de ellos crecía un ominoso silencio. Nunca un secuestrador arrestado, jamás un lugar de detención clandestino individualizado, nunca la noticia de una sanción a los culpables de los delitos. Así transcurrían días, semanas, meses, años de incertidumbres y dolor de padres, madres e hijos, todos pendientes de rumores, debatiéndose entre desesperadas expectativas, de gestiones innumerables e inutiles, de ruegos a influyentes, a oficiales de alguna fuerza armada que alguien les recomendaba, a obispos y capellanes, a comisarios. La respuesta era siempre negativa.
En cuanto a la sociedad, iba arraigándose la idea de la desprotección, el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que fuese, pudiese caer en aquella infinita caza de brujas, apoderándose de unos el miedo sobrecogedor y de otros una tendencia consciente o inconsciente a justificar el horror: «Por algo será», se murmuraba en voz baja, como queriendo así propiciar a los terribles e inescrutables dioses, mirando como apestados a los hijos o padres del desaparecido. Sentimientos sin embargo vacilantes, porque se sabía de tantos que habían sido tragados por aquel abismo sin fondo sin ser culpable de nada; porque la lucha contra los «subversivos», con la tendencia que tiene toda caza de brujas o de endemoniados, se había convertido en una represión demencialmente generalizada, porque el epiteto de subversivo tenía un alcance tan vasto como imprevisible. En el delirio semántico, encabezado por calificaciones como «marxismo-leninismo», «apátridas» , «materialistas y ateos» , «enemigos de los valores occidentales y cristianos» , todo era posible: desde gente que propiciaba una revolución social hasta adolescentes sensibles que iban a villas-miseria para ayudar a sus moradores. Todos caían en la redada: dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora de salarios, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas y sacerdotes que habían llevado las enseñanzas de Cristo a barriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esosamigos, gente que había sido denunciada por venganza personal y por secuestrados bajo tortura. Todos, en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores.
Desde el momento del secuestro, la víctima perdía todos los derechos; privada de toda comunicación con el mundo exterior, confinada en lugares desconocidos, sometida a suplicios infernales, ignorante de su destino mediato o inmediato, susceptible de ser arrojada al río o al mar, con bloques de cemento en sus pies, o reducida a cenizas; seres que sin embargo no eran cosas, sino que conservaban atributos de la criatura humana: la sensibilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su mujer, la infinita verguenza por la violación en público; seres no sólo poseídos por esa infinita angustia y ese supremo pavor, sino, y quizás por eso mismo, guardando en algún rincón de su alma alguna descabellada esperanza.
De estos desamparados, muchos de ellos apenas adolescentes, de estos abandonados por el mundo hemos podido constatar cerca de nueve mil. Pero tenemos todas las razones para suponer una cifra más alta, porque muchas familias vacilaron en denunciar los secuestros por temor a represalias. Y aun vacilan, por temor a un resurgimiento de estas fuerzas del mal.
Con tristeza, con dolor hemos cumplido la misión que nos encomendó en su momento el Presidente Constitucional de la República. Esa labor fue muy ardua, porque debimos recomponer un tenebrosos rompecabezas, después de muchos años de producidos los hechos, cuando se han borrado liberadamente todos los rastros, se ha quemado toda documentación y hasta se han demolido edificios. Hemos tenido que basarnos, pues, en las denuncias de los familiares, en las declaraciones de aquellos que pudieron salir del infierno y aun en los testimonios de represores que por oscuras motivaciones se acercaron a nosotros para decir lo que sabían.
En el curso de nuestras indagaciones fuimos insultados y amenazados por los que cometieron los crímenes, quienes lejos de arrepentirse, vuelven a repetir las consabidas razones de «la guerra sucia» , de la salvación de la patria y de sus valores occidentales y cristianos, valores que precisamente fueron arrastrados por ellos entre los muros sangrientos de los antros de represión. Y nos acusan de no propiciar la reconciliación nacional, de activar los odios y resentimientos, de impedir el olvido. Pero no es así: no estamos movidos por el resentimiento ni por el espíritu de venganza; sólo pedimos la verdad y la justicia, tal como por otra parte las han pedido las iglesias de distintas confesiones, entendiendo que no podrá haber reconciliación sino después del arrepentimiento de los culpables y de una justicia que se fundamente en la verdad. Porque, si no, debería echarse por tierra la trascendente misión que el poder judicial tiene en toda comunidad civilizada. Verdad y justicia, por otra parte, que permitirán vivir con honor a los hombres de las fuerzas armadas que son inocentes y que, de no procederse así, correrían el riesgo de ser ensuciados por una incriminación global e injusta. Verdad y justicia que permitirán a esas fuerzas considerarse como auténticas herederas de aquellos ejércitos que, con tanta heroicidad como pobreza, llevaron la libertad a medio continente.
Se nos ha acusado, en fin, de denunciar sólo una parte de los hechos sangrientos que sufrió nuestra nación en los últimos tiempos, silenciando los que cometió el terrorismo que precedió a marzo de 1976, y hasta, de alguna manera, hacer de ellos una tortuosa exaltación. Por el contrario, nuestra Comisión ha repudiado siempre aquel terror, y lo repetimos una vez más en estas mismas páginas. Nuestra misión no era la de investigar sus crimenes sino estrictamente la suerte corrida por los desaparecidos, cualesquiera que fueran, proviniesen de uno o de otro lado de la violencia. Los familiares de las víctimas del terrorismo anterior no lo hicieron, seguramente, porque ese terror produjo muertes, no desaparecidos. Por lo demás el pueblo argentino ha podido escuchar y ver cantidad de programas televisivos, y leer infinidad de artículos en diarios y revistas, además de un libro entero publicado por el gobierno militar, que enumeraron, describieron y condenaron minuciosamente los hechos de aquel terrorismo.
Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Unicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado".

ERNESTO SÁBATO


lunes, 17 de septiembre de 2012

Intensa, una de película.

Intensa, ese sería el nombre si mi vida fuera una película...
Hoy puedo ser una comedia, mañana un melodrama, pasado un documental y los días siguientes una de terror (con Béla Lugosi y todo), una erótica o un dramón, aunque a veces todas se combinan en un mismo día... Ahora entienden el por qué del nombre? Creo que mi excesiva cantidad de cine desde pequeña me ha convertido en lo que soy, una actriz de la ostia... Y con estilo propio. Nada de manito a la cabeza y fingido desmayo cuando todo anda mal, en esas parezco más Rambo, cuchillo entre los dientes y cara pintada.
Podría decir que me dirige Tarantino, que soy Uma Turman bailando y al momento siguiente puedo transformarme en Poison Ivy. En cuanto a las relaciones Sweet November podría ser una buena descripción de lo que suele suceder... Un mes. Entrañable. Dulce. Pero breve. Aunque me encantaría vivir una historia como la de The time traveler´s wife o una saga interminable de vampiros...
También como, rezo y amo. 
Mi vida no se compara en nada con la de Frida (bueno, pinto y amo la frase "para qué quiero pies si tengo alas para volar", pero nada más). Forrest Gump parezco cuando salgo corriendo para ir al laburo, pero llego y paro! Y tengo escondido por ahí algo de Náufrago, pero en vez de hablarle a Wilson le hablo a Cata la gata... Reconozco que tengo mucho de Memento, sobre todo porque mi cartera está llena de papelitos con anotaciones, mi celular también. Cuando me operé pensé todo el tiempo en Awake, pero la verdad no me acuerdo de nada, dormí como La Bella Durmiente...
A veces no sé si soy Verbal Kint o Keyser Söze (o al revés), en donde todo lo que afirmo es todo lo que niego y estoy todo el tiempo autoconvenciéndome de que "el mejor truco del diablo es hacer creer que no existe"
Puteo como Tony en Scarface, no sé nadar gracias a Tiburón. Soy Dorothy en el Mago de Oz aunque tenga más de 30 pares de zapatos mágicos. En auto soy Dominic Toretto, aunque más que eso me gustaría tenerlo de copiloto, y en bici puedo volar como ET, vos podés? te propongo algo: Catch me if you can...


                                                                                                    O no!... Jim

viernes, 7 de septiembre de 2012

Ejercicio de sincericidio...

Quién nunca se rió antes de preguntarle si estaba bien a la mina que estaba caminando adelante y que, por hablar por teléfono se pegó flor de golpe cuando se torció el pié y cayó de culo al piso?

Quién no empezó a hacer la cola en el súper buscando la que era más corta y se quedó mirando la otra con cara de perrito triste porque a pesar de que era más larga y la gente llevaba más cosas, el cajero era más piola y quería sacarse la gente de encima rápido?

Quién no dijo nunca "esa ropa horrible que se usa este invierno no me la voy a comprar nunca" y a la semana se puso los pantalones nevados mirándose al espejo y diciendo "me quedan lindos, al final, no está tan mal". "Las botas con punta redonda son un asco" (ya me compré dos pares)...

Quién no se murió de vergüenza al llevar el frasco con pis para hacerse análisis? Ah no lo envolviste en diez mil papeles y adentro de una bolsa? Qué te da vergüenza también comprar preservativos o tampones?

Quién no se murió de vergüenza cuando lo llamaron para cantar en un cumple en el karaoke y después terminó siendo el alma de la fiesta cuando sonaba "Azul" de Cristian Castro... O peor, quién no se hizo la estrella cantando con micrófono improvisado (léase control remoto) frente al espejo después de bañarse y bailando como Michael Jackson?

Quién no guardó las fotos con su novio hasta que se peleó y después se tomó la tarde para meterlas en una cajita y revoleárselas por la cabeza?

Quién dijo el Twitter no lo voy a usar nunca y ahora no se desprende de su BB? O, quién es capaz de levantar la mano para decir yo no tengo cuenta en Facebook porque eso sería perder la intimidad pero al rato se mete a chusmear fotos en la cuenta de otro para ver cómo está Marita la compañerita del secundario que se hizo las lolas el mes pasado?

Quién no dijo "en 5 estoy" y llegó al casamiento después de que los novios dieran el sí?

Quién no dijo un lunes, después de una tremenda borrachera, no tomo más?

Qué fumador puede tirar la piedra y decir "nunca dije que quería dejar"?

También están las mujeres que dicen "yo nunca fingí un orgasmo" o los hombres que "es la primera vez que les pasa" pero ese es un tema en el cual no me voy a meter (al menos hoy)...

Quién nunca dijo no queriendo decir sí, o nunca dijo sí queriendo decir no? (ojo mujeres con lo que van a responder eh!)

Quién no dijo "yo no lloro más, y si se quiere ir que se vaya" emulando a Mimí Maura y a los diez minutos agarró el teléfono y, llorando, llamó a su príncipe encantador pidiéndole que vuelva?

Quién no dijo "segundas partes nunca fueron buenas" y se clavó tres domingos seguidos mirando El señor de los anillos, Eclipse, Star Wars, Saw I, II, III, IV, V, VI, VII, etc...?

Quién nunca dijo "no se puede" sin ni siquiera haberlo intentado?

Quién nunca dijo "nunca me voy a olvidar de vos" y al mes estaba saliendo con la prima del compañero de la facu y cuando la fulana pasaba por al lado ni la saludaba?

Quién nunca fue a buscar algo a algún lado y al llegar se había olvidado para qué había ido?

Quién nunca dijo "de este agua no he de beber"... y se terminó tomando hasta el agua de la fuente?



Vos? Callate! No te creo! Jim

miércoles, 5 de septiembre de 2012

El Hombre es simple, hasta...

¿Quién dijo que son difíciles?
Tardé en darme cuenta, mucho tiempo estuve pensando en que eran complicadísimos, hasta que me llegó el momento revelador de poder afirmar: son simples!

A lo que nosotras llamamos
Tierna feta de lomito de la Pampa, rebozada en una lluvia de pan, salteada en aceite”
ellos le dicen simplemente: Milanesa
Nosotras nos matamos con unas Gambas "a la tempura"
Ellos piden: Dame una porción de rabas!
(N) Papas Bouchon
(E) Salen unas papas al horno con mostaza!

Antes que el Sushi dales un cacho de asado, o un chori de cancha, de esos que te arma el viejo que acaba de volver del baño en donde vos después corroborás que no tenía agua...
No se fijan si el marrón va con el negro o no... Las zapas le quedan cómodas? listo!
Se encuentran con un amigo que hace mil años no ven y ni se calientan en preguntarles si está todo bien con la cuñada, no le comentan si alguien habló mal de ellos, no les dicen che qué flaquito estás! ni nada de eso...

"Los hombres disfrutan más de los objetivos y las mujeres del trayecto, por eso a los hombres les resulta más simple dar vueltas las páginas de la vida" Pilar Sordo.
Con tal afirmación van a entender lo siguiente:
Si preparan un asado (comida típica de machos) no lo hacen como nosotras, no les importan ni a ensalada ni el postre, sólo que tenga chimi, un buen vino y esté afilado el cuchillo (los hombres comen carne y nada más, la mayonesa es para las minas!).
En la preparación de la carne la mujer sala, pone una fuente con las cosas que va a necesitar; el hombre se sienta con un vinito y cuando la mina llega con la carne, él la tira a la parrilla y se vuelve a sentar con el vinito... (para el hombre la carne se sala en la parrilla)
El punto de la carne es otro tema: Que se está quemando? Naaa, el macho deja pasar la carne porque la mujer se vive quejando de que 'está muy jugosa', de que 'ésto está crudo!', o porque le dice que 'la deje en la parrilla dos minutos más', ellos creen que si fuera por las mujeres en vez de carne terminarían comiendo carbón! o una carne tan tiernita como la suela de un zapato caminado, mojado y secado al sol!
¿Platos? Naaaaaaa, el hombre come de la tabla, o a lo sumo en el pan. Servilletas? No! Usan los dedos y se los limpian en el pantalón!

Para lo único que es complicado un hombre es para el final de una relación.
La mujer, para cortar, ya hizo el duelo por lo menos 3 meses antes, pensó las posibles pérdidas, evaluó las posibles reacciones, yo diría que hasta eligió y acomodó mentalmente los muebles en el futuro departamento...
En cambio el hombre se complica más: o no deja (cuando es él el que ya no aguanta la relación) por miedo al "qué pasará después"... O, tira y tira hasta dónde y cuándo dé, como para no lastimar al otro, para no verlo sufrir, o como para no quedar como un hijo de puta...

Asumilo, si dejás es por algo, y si te dejan también!
Es tan simple como eso!!

                                            Jim. Al pan, pan y al Fernet, Coca!